martes, 11 de diciembre de 2012

La Mujer Puerca



Una suerte de tarima que hace las veces de escenario soporta sobre sí una mesa, algunos pocos objetos y el brazo de Valeria Lois, que sentada en una silla al costado se dispone a hacernos vivir línea a línea toda su historia. Apenas bastan una Biblia, una estatuilla de Cristo y un rosario para zambullirnos en su universo. Nada más hay a su alrededor, nada más que aire. Bastaría que la actriz diera apenas dos pasos más a su costado para que se le acabe el suelo debajo de los pies. Corona el diminuto escenario una parrilla de luces frías, blancas como de hospital.

A medida que la escucho, que voy entrando en el texto de Santiago Loza, voy comprendiendo lo acertado de la decisión de Lisandro Rodríguez: un espacio mínimo, una actriz que casi no se mueve, una voz que derrama a chorros sus desventuras. Todo en función de narrar la angustia de la incomunicación y del desencuentro con los otros. 

La obra empieza como un simple relato de anécdotas pueblerinas, de creencias ingenuas en milagros cotidianos, en apariciones religiosas demasiado improbables para ser tomadas en serio. Pero poco a poco, tras el eco de la risa cómplice del público, va surgiendo el relato de un ser abandonado y rodeado de silencio que vive permanentemente tratando de encontrar algo más ahí afuera que le justifique la existencia. Los pocos silencios que hay en los 50 minutos que dura el espectáculo, parecieran ser la espera de una voz, una imagen, un holograma de Dios que devuelva a esta mujer a su eje existencial.

La mujer puerca da todo, se resigna a ella misma, a su cuerpo, se entrega a todo aquel que la desee, en pos de conseguir ese contacto divino, esa señal certera de que ha alcanzado la pureza y la santidad. En definitiva, su deseo es obtener esa suerte de promesa de compañía y permanencia en la mente de los demás, de trascendencia más allá de su tiempo, de su espacio, de su cuerpo, de su mínimo escenario. Como un eco que no se apaga. Pero en su destino paradójico e inevitable, esta mujer no logra más que fracasar y alejarse de su objetivo, convirtiéndose en un cuerpo tan profano como la realidad misma. 

En síntesis, una obra que sacude las entrañas y nos lleva de viaje de la mano de Valeria Lois y su impecable actuación. Gran trabajo de estos talentosísimos artistas que esperamos sea reestrenado en el 2013.


Ficha Artística
Autoría: Santiago Loza
Actúan: Valeria Lois
Vestuario: Jose Escobar, Lisandro Rodriguez
Escenografía: Jose Escobar, Lisandro Rodriguez
Diseño de luces: Matías Sendón
Fotografía: Nora Lezano
Diseño gráfico: Lisandro Rodriguez
Asistencia de dirección: Cammila Gomez Grandoli
Prensa: María Sureda
Producción: Elefante Club De Teatro, Natalia Fernandez Acquier
Colaboración artística: Mariano Villamarin
Dirección: Lisandro Rodriguez

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