Son tantas las cosas que me gustaron de Saberlo todo, que no quiero ni mencionarlas, para que el espectador no se pierda de disfrutarlas por primera vez, como yo. La obra está repleta de silencios; es decir, momentos de perfecta lucidez, instantes que son imposibles de calificar, de describir, de aprehender con la mente. Saberlo todo genera esa sensación de vértigo propia del verdadero arte, ese vacío que excede la lógica y que provoca reacciones desde la más profunda emotividad.
Al entrar en la sala, los cinco actores ya están en escena, en otra realidad (por cierto, el lugar me fascinó; desde la atención de la gente, hasta las butacas, se siente que todo ha sido hecho con cuidado y amor por el arte). Los personajes están sentados alrededor de una mesa, en una cena aparentemente familiar, vestidos con trajes muy elegantes. Están comiendo y compitiendo para determinar quién sabe más (les aconsejo que cenen bien antes de la obra porque si no, les podría dar hambre, como a mí). Uno de ellos está parado, ajeno al juego, observando e intentando ser escuchado. Apenas comienzan a hablar, la carcajada es inevitable, incluso compulsiva para algunos (había alguien en el público, por ejemplo, que no dejó de reír durante toda la obra). Los personajes son exquisitos y absurdos: “Desde chiquita, me gustó la música, pero no siento que me transporte a ningún lugar”. Los diálogos son brillantes. Sentí que todos los recursos, desde la iluminación, pasando por el vestuario, la escenografía, la música, hasta las eventuales proyecciones, fueron utilizados con elegancia y con un afinado sentido de la oportunidad. Me sentí estimulada desde lo intelectual, lo emotivo, lo físico y hasta lo metafísico. La obra me envolvió y al final me sobrevino un llanto intenso, pero calmo, cargado de un inmenso placer, de dolor y de esperanza, como si de repente todas las piezas encajaran. Creo firmemente que esa sala debería estar abarrotada de gente, observando este particular ritual, este juego hilarante, cruel, fascinante y enigmático, en el que sobran las sorpresas y siempre falta la sal.
Actúan: Mariel Albó, Mario Campodónico, Jorge Gerschman, Celina González del Solar, Celeste Valenzuela
Vestuario: Alejandra Espector
Escenografía: Héctor Calmet
Iluminación: Héctor Calmet
Sonido: Virginia Barquiza, Germán Fredes
Diseño gráfico: Mariel Sanz
Asistencia de dirección: Pilar Ruiz
Prensa: Carolina Alfonso
Producción ejecutiva: Claudia Kricun
Dramaturgista: Dardo Dozo
Dirección: Dardo Dozo
TEATRO EL POPULAR
Chile 2080 C.A.B.A.
Teléfonos: 2051-8438
Web: http://www.teatroelpopular.com.ar
Entrada: $ 50,00 / $ 25,00 - Viernes - 21:00 hs
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